
Empezó la charla con Para Ti hablando de su familia, su guitarra y su “intento de tenis”, mucho antes de repasar su brillante carrera. Con honestidad y calidez, Laura Gé se anima a mostrar el detrás de su rol como directora en empresas locales e internacionales. Habla de su historia, de sus decisiones, de la culpa, el autoconocimiento y del privilegio de poder elegir. Una conversación sin máscaras
Laura Gé comenzó la entrevista con Para Ti presentándose en todas sus dimensiones. No dedicó demasiado, al inicio de la charla, a su —impresionante— currículum. Se apresuró a mencionar que era mamá, «un intento de tenista» y guitarrista.
Luego irá, poco a poco, desentrañando su trayectoria y contando algunos hitos de la carrera que forjó. Definiéndose como “inquieta desde chica”, termina de narrar su presente profesional no sin antes revelar que ya está pensando en “lo que viene”.
En el medio, aparecen la gratitud, la duda, el cansancio, la culpa, la fe, las decisiones difíciles, el deseo de dejar huella y la certeza de que el trabajo sobre una misma es el que más impacto tiene en los demás. Laura se permite mostrarse vulnerable y sólida al mismo tiempo, con la misma honestidad con la que transita hoy su rol como directora en empresas locales e internacionales.
Habla con ternura de sus hijas, de su pareja de toda la vida, de sus perros y de sus búsquedas personales. Tiene una lucidez que conmueve cuando reflexiona sobre cómo maternar mientras se persigue una carrera exigente, y una claridad amorosa cuando comparte qué aprendió, ya con la perspectiva que da el tiempo. Y sí: en cada palabra se confirma eso que dijo apenas empezamos a conversar. Que lo suyo, más que una carrera, es una evolución constante.
-¿Cuál es tu trabajo hoy?
-Profesionalmente trabajo principalmente en gobierno corporativo. Participo en cinco directorios, tres en Argentina y dos en el exterior. También asesoro a empresas en la optimización de sus órganos de gobierno, especialmente los directorios.
Soy docente de la Universidad ORT en Uruguay en la cátedra de formación de directores, y parte del advisory board del IAE en su cátedra de gobierno corporativo.
Además, soy mamá de dos hijas, Catalina (25) y Macarena (22). Estoy casada con Juan Ignacio desde hace 31 años y soy perri-madre de Kingo y Murray, ¡que me vuelven loca! Toco la guitarra —¡me encanta!— y trato de jugar al tenis (porque no puedo decir que juego bien). Dedico bastante tiempo a mi familia y también a actividades de autoconocimiento. Siempre me gusta hacer algo que me ayude a evolucionar como ser humano, porque creo que eso impacta en todos los aspectos de la vida.
-Para los que no sabemos bien con qué tiene que ver esto del gobierno corporativo…
En castellano, es básicamente la dirección y administración de una empresa. Los directorios son el máximo órgano de autoridad en cuanto a la responsabilidad de administración y dirección. Los CEOs reportan al directorio. Ese es el gobierno corporativo: cómo se gobierna, cómo son las líneas de autoridad dentro de una empresa.
En general, los directorios están atravesando un momento de transición. Antes eran más un sello de goma. Hoy estoy en un proceso de «evangelización» para mostrar que pueden aportar valor desde una mirada complementaria y estratégica.
Creo que la palabra clave es responsabilidad. Las empresas que realmente aprovechan sus órganos de gobierno —tanto directorios como comités ejecutivos— están gestionando con responsabilidad. Y los directorios también deben adaptarse a una nueva dinámica: al rol de la tecnología, a los tiempos, a la velocidad de los cambios y a contextos de muchísima incertidumbre y volatilidad.
En Argentina, el contexto local y global presenta grandes transformaciones, con direcciones fuertes que se definen en muy poco tiempo y requieren mucha atención, resiliencia y flexibilidad. Hoy las compañías no pueden estar en piloto automático.
Me gusta usar esta imagen: si estás en medio de una tormenta, no dejás el avión en piloto automático. Bueno, con las empresas pasa lo mismo. Hoy los órganos de gobierno tienen un rol protagónico, porque el contexto requiere estar atentos, tomar decisiones rápidas y no delegar todo en el management. Hacerlo sería no estar en sintonía con la responsabilidad que implica ser director.
DE UNA CARRERA CONSOLIDADA A UNA BÚSQUEDA INCESANTE
¿Cómo llegaste a este perfil profesional?
-No voy a decir todo mi currículum porque para eso está LinkedIn, pero divido mi carrera en tres tercios: el primero, como consultora estratégica en distintas empresas, como Boston Consulting Group e Integration Consulting. El segundo, como CEO en medios: fui parte del comité ejecutivo de CIMECO, holding de medios, y gerente general de la revista Rumbos. También fui gerente general de Compañía Meca, de publicidad exterior, muy importante en los 2000.
El tercer tercio fue en el mundo financiero, en fondos privados de inversión y venture capital, analizando inversiones diversas. Siempre trabajé en el mundo corporativo, en relación de dependencia. Nunca tuve el gen emprendedor (¡envidio a quienes sí!). Me considero un poco más cobarde en ese sentido.
En 2016 sentí que era momento de salir de la vida corporativa y explorar la próxima etapa. Quería también dedicar tiempo al tercer sector, que lo tenía pendiente. Sin buscarlo, empezó a aparecer esta posibilidad de participar en directorios. Farmacity fue la primera empresa que confió en mí.
Después me convocaron del Banco Santander, con un nivel de dedicación mayor porque también participaba en varios comités. En paralelo llegó la pandemia, un momento de mucho autodescubrimiento: me empezaron a convocar para dar charlas y clases sobre estrategia y el rol del directorio. Así arranqué como docente: me convocaron de Next Board, de la UCEMA (soy parte de WCD, Women Corporate Directors), para dar clases también allí.
Y una cosa llevó a la otra. Llegó el IFC (la rama de banca de inversión del Banco Mundial), que buscaba una directora para una inversión en Brasil, y quedé seleccionada. Cuando me quise dar cuenta, ya me estaba dedicando de lleno al gobierno corporativo. Y me gusta mucho. Sobre todo esto de evangelizar: siento que, desde las clases, las charlas y mi rol en los directorios, intento transmitir que el directorio debe asumir un rol real en la estrategia de la empresa y en sus principales decisiones.
-Este espíritu curioso —porque quizás en tu anterior posición estabas consolidada— y mencionaste esto del autoconocimiento y de la evolución. ¿De dónde te surge esta personalidad?
-Siempre fui muy inquieta y muy trabajadora. Cuando me propongo algo, remo hasta conseguirlo. A los 15 tuve mi primer trabajo, mientras estaba en la secundaria: como había estudiado 7 años de francés, empecé a dar clases. Y cuando terminé la secundaria, a los 17, le dije a mi papá: “Déjame ser cadete, quiero empezar a trabajar ya”.
Apenas pude, empecé a dar clases en la facultad. Y de ahí fui a Alpargatas, mi primer trabajo formal. Mis 20 estuvieron dedicados al estudio: hice un MBA en Harvard a los 24, volví, me casé, y los 30 los viví muy enfocada en mi carrera y en mis hijas.
Después de los 40, con mis hijas más grandes y la carrera más estabilizada, apareció ese “bichito” de que me faltaba algo. Sentía que había tenido mucha suerte, mucho privilegio: oportunidades, vínculos, manos que me ayudaron. Y pensé que tenía que hacer algo más. Ahí empecé un camino para ser mejor ser humano. Todos los años hago algo relacionado al autoconocimiento. Evolucionar, mejorar, dejar huella, generar impacto (a veces chiquito, a veces grande).
Me encanta ser mentora: participo en los programas de mentoría de ACDE y de IDEA. Me llena el alma. Siempre les digo a mis mentoreadas que trabajar en uno mismo tiene un impacto multiplicador enorme en todos los aspectos de la vida.
A los 48, 49, me di cuenta de que estaba en una nueva etapa. Y que tener más grados de libertad era importante para mí, también desde lo profesional: poder hacer otras cosas, desde dar clases en un hogar hasta estar más tiempo con mi familia. Descubrí que la libertad había pasado a tener otro lugar en mi vida.
AUTOCONOCIMIENTO: LA CLAVE DEL LIDERAZGO ACTUAL
¿Cómo lo trabajás? ¿Qué hacés?
-Hice de todo. Desde programas de coaching —una vertiente más vivencial— hasta meditación. Trabajé varios años con una doctora maravillosa que me ayudó mucho. Desde lo espiritual, soy católica y practicante, pero bastante holística: pruebo todo. Participo en grupos de oración. Es una parte muy importante de mi vida.
Trabajo las emociones porque creo que impactan en todo: como madre, profesional, esposa, hija, hermana, amiga. Recibí mucho y trabajo en mi autoconocimiento para poder dar.
LAS MUJERES LÍDERES Y LA GESTIÓN DE LA FAMILIA: UNA CUENTA (TODAVÍA) PENDIENTE
-Ahora te voy a llevar un poco para el lado de lo que fue la gestión de tu familia en este acompañamiento de tu carrera. ¿Cómo fue todo eso?
-Difícil. El que diga que fue sencillo, que me pase la fórmula. No fue fácil. Siempre digo que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Una cree que hace lo mejor… ¡y después te pasan factura!
Tengo una familia hermosa. Amo a mis hijas, amo a mi marido. Me acompañaron muchísimo en mi crecimiento profesional. Siempre digo que no podría ser quien soy sin Juan Ignacio como socio: el famoso viento debajo de las alas. Fuimos un tándem. Esto fue un proyecto compartido que fue mutando.
Pero fue muy difícil. Trabajar la culpa es uno de los grandes desafíos como mamá, porque muchas de las malas decisiones se toman desde ese lugar. Y es muy difícil no sentir culpa cuando dedicás gran parte de tu vida a tu profesión. Es un equilibrio delicadísimo, artesanal. Es una ley de compensaciones constante: si estuviste dos días afuera, asegurate después de estar en tiempo exclusivo.
No creo tanto en eso del “tiempo de calidad”. Importa tanto la calidad como la cantidad. Esa frase nos la decimos nosotras, las mujeres, para tranquilizarnos. Pero nuestros hijos nos necesitan, los trajimos al mundo para estar con ellos, fortalecerlos, y después soltar. No fue fácil.
¡Me encantaría ser madre ahora, con lo que aprendí a los 50! Hice lo mejor que pude con lo que sabía en ese momento, y desde ese lugar tengo la conciencia tranquila, pero sé que me equivoqué mucho. Tenía inseguridades, inmadurez, ese pensamiento de «si hago esto, me van a echar», y quizás no era así. Pero una, desde el miedo, sacrifica de más.
Creo que como mujeres todavía no le encontramos del todo la vuelta a eso.
NdeR: Laura GÉ es parte del Consejo Consultivo de LIDE Argentina, una líder de aquilatada experiencia y su opinión es relevante para la organización de las actividades y eventos de LIDE Argentina y su Comunidad de Miembros.
Fuente: parati.com.ar
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