#Economía

Argentina, el cambio y las preguntas relacionadas

Los indicadores actuales parecen ser evidentes de la necesidad de cambios: descontento en vastos sectores de la población con niveles de confianza extremadamente bajos, emigración de talentos, crecimiento de la marginalidad, etc. Todas consecuencias de políticas erradas.

 


Por Ricardo De Lellis, ex Senior Partner en KPMG Argentina. LIDE Argentina - 02 de Junio 2023

No es novedad que la humanidad esté pasando por una época de grandes y cada vez más vertiginosos cambios.

 

Se experimenta en el mundo exterior que nos rodea e influencia, aunque, en nuestro país, absortos como estamos por nuestra realidad interna, nos ocupamos poco de ellos.

 

Van desde los avances de una tecnología cada vez más disruptiva, siendo uno de los íconos más altos los recientes avances en la inteligencia artificial generativa, pasando por los temas geopolíticos con la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos, la invasión de Ucrania por Rusia (recordando que la época de las conquistas de territorio por parte de potencias no ha terminado), los efectos derivados de la pandemia (y su impacto en el mercado laboral), la culminación para occidente del dinero fácil proveniente de políticas monetarias expansivas, a los que deben agregarse los cambios demográficos (envejecimiento de las poblaciones por mayor longevidad y caídas en las tasas de natalidad), el cambio climático, cuyos nocivos efectos se hacen sentir cada vez más especialmente en los países pobres, solo para mencionar los más relevantes.

 

Podríamos concluir que estos cambios, mencionados en apretada síntesis, están generando, en lo político, el avance de los regímenes autocráticos u otros de características hegemónicas, así como desmejoras en muchos de los democráticos.

En lo económico: menor crecimiento global, tasas de interés más altas, inflación en un escalón superior al acostumbrado, desaceleración en el comercio mundial, peores perspectivas para las economías en desarrollo, más proteccionismo en los desarrollados (nearshoring, friendshoring y otros acrónimos como resultados de la confrontación geopolítica). Estas consecuencias no solo ya se están dando, sino que es dable esperar su continuidad por algún tiempo, pues nada puede aventurarse para periodos más prolongados.

 

En lo socio cultural: más intolerancia de las sociedades a cualquier ajuste (ejemplo reformas previsionales), mayor confusión proveniente de la influencia de nuevas fuentes de comunicación (redes sociales, fake news), mayor conflictividad social, más presión de las corrientes anti inmigratorias, etcétera.

 

No todos los cambios son problemáticos y hay muchos de efectos positivos, por ejemplo, la rápida respuesta en la obtención de la vacuna contra el Covid-19 por encima de cualquier pronóstico de su momento, los avances recientes en la lucha contra el mal de Alzheimer y el cáncer de páncreas, que prometen seguir extendiendo la esperanza de vida, y su calidad, al menos a una buena proporción de la población mundial.

A modo de resumen: más incertidumbre de la que nos habíamos acostumbrado.

 

Y Argentina...

Vamos al título que se refiere a nosotros. En época de elecciones es normal, y más en nuestro contexto, esperar cambios, y esto genera múltiples interrogantes.

 

Primera pregunta, ¿qué cambiar? Y eso nos lleva irremediablemente al por qué.

Los indicadores actuales parecen ser evidentes de la necesidad de cambios: estancamiento en el crecimiento por más de una década, nivel de pobreza creciente, inflación en números alarmantes con importantes distorsiones en los precios relativos, altos porcentajes de informalidad laboral y desocupación y/o subocupación, salarios deteriorados, preocupantes retrocesos en los niveles educativos, ahorro e inversión en proporciones mínimas en relación al PIB, crédito restringido, gasto fiscal y presión impositiva de los más altos de América Latina y dificultades para lograr financiar el déficit fiscal.

 

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Esto lleva a crecientes descontentos en vastos sectores de la población con niveles de confianza extremadamente bajos, emigración de talentos, crecimiento de la marginalidad, etc. Todas consecuencias de políticas erradas que no ofrecen solución de continuidad. Qué cambiar entonces ante tanto desaguisado.

 

¿Por dónde empezar?

¿La economía? ¿Dolarización, shock o gradualismo, con medidas de desregulación o modificación de regímenes monetarios, cambiarios, impositivos, laborales y previsionales? ¿Mayor apertura económica? ¿Menor burocracia en todos los niveles del Estado?

 

Algunas observaciones sobre las dificultades de la aceptación ciudadana de los cambios a estos regímenes (además de los obvios institucionales): en primer lugar, en este contexto han prosperado sectores, y en particular aquellos que conforman élites con poder de influencia en las decisiones de los gobiernos, que muy probablemente se opongan a cualquier cambio de significación que perjudique sus intereses.

 

Segundo, la oportunidad de introducir cambios es mayor al inicio de un nuevo gobierno y lo lógico es que para que los ciudadanos den su apoyo deberían ser conocedores de antemano de los mismos, sus efectos en el tiempo, como los afecta y/o beneficia y, de ser así, su disposición a votarlos les daría legitimidad para su implementación. Pero esto se encuentra dificultado por la reticencia de los políticos a hablar de ellos durante las campañas electorales por temor a que no los voten.

 

Peor aún, muchos radicalizan sus propuestas esperando atraer/conservar el voto de los que adhieren a posiciones extremas, que no representan la mayoría, pero que son los que más exteriorizan sus posiciones, muchas veces vehementemente, quedando en ascuas un vasto sector de la población, normalmente silencioso, que debe decidir su voto con poca o ninguna motivación.

 

Este importante sector es el que luego toma decisiones todos los días, como agentes económicos relevantes, que terminan afectando al conjunto, y es el que, entonces, más debería apoyar esos cambios, pero que, por los motivos apuntados, permanece descreído y/o mal predispuesto.

 

Tercero, en una sociedad dividida como la nuestra, tampoco somos la excepción, medidas extremas difícilmente terminen siendo aceptadas e implementadas, en pocas palabras, y siguiendo las preferencias mayoritarias expresadas hasta ahora vía elecciones, no nos convertiremos en una sociedad liberal como aspiran algunos ni en una completamente iliberal o hegemónica como otros, seguiremos con gobiernos elegidos democráticamente, conforme a nuestro régimen republicano y federal, como nos viene sucediendo.

 

No obstante lo dicho, prolongados periodos de crispación derivados de frustraciones masivas generan un caldo de cultivo de riesgo al mantenimiento de este régimen, que, la historia demuestra, se empieza a corroer por los extremos ante estas circunstancias. 

 

¿Qué cambios entonces? Yendo a uno de los aspectos más divisivos, el rol del Estado, la cuestión allí no debería pasar por lograr ni un Estado minimalista ni uno paquidérmico, sino uno que funcione bien y sea eficiente.

 

Entonces el "qué cambios introducir" quizás tenga que ver con aspirar a medidas que corrijan buena parte los desvíos mencionados, con una población mayormente concientizada de la necesidad de las mismas, y por ende dispuesta a apoyarlas, en un marco de absoluto respeto por las instituciones y el estado de derecho.

 

Con funcionarios públicos que actúen con transparencia, eliminándose regulaciones plenas de trabas y recovecos que son un llamado a la corrupción, con incentivos adecuados para favorecer la inversión, el empleo registrado, el crédito y el aumento de la productividad. Llegamos al cómo generar estos cambios.

 

Todo aquel que los haya tenido que introducirlos en el sector privado sabe el principio básico de "el tono al tope": si los que ejercen el liderazgo no están convencidos o titubean, poco se avanzará.

 

También se debe contar con los facilitadores del cambio, aquellos convencidos que apoyarán los proyectos y tratarán de convencer a los escépticos y negadores. No es fácil, los intentos anteriores no han resultado, y eso actúa como antecedente negativo en la memoria de los ciudadanos, pero si se capitalizan errores pasados las posibilidades de progresos son enormes.

 

¿A quiénes involucra el cambio? Si bien interpela a toda la población requiere un necesario cambio de comportamiento de las elites. Urge restituir la confianza de toda la población en sí misma como sociedad. La tan mencionada grieta tiene que ver más con todas las frustraciones por los magros resultados obtenidos, cuando el pastel no crece, la pelea está por lo que uno le puede sacar de la porción que tiene el otro, que, por temas más complejos y divisivos, y que hoy afectan más que nunca a otras sociedades desarrolladas, como racismo, inmigración y libertades civiles.

 

Por último, ¿para qué los cambios? Los cambios, por lo apuntado al comienzo ya se nos vinieron encima, tenemos que adaptarnos, no podemos seguir con esquemas que atrasan años. Postergando y truncando el futuro de las generaciones más jóvenes, frustrando las intermedias y deteriorando la supervivencia de las más maduras.

 

Para cerrar con una alegoría musical, es hora de dejar de sentirnos representados por esa letra del tango tan recordado "la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser" (del inmortal "Cuesta Abajo" de Gardel), para pasar, al menos por un tiempito al " yo tengo fe" y, por qué no, terminar todos entonando con fuerza el "muchachos......" del Mundial, festejando cada mejora en aquellos indicadores citados como un hito de logro de toda la sociedad. Y sin Messi....as. En fútbol funcionó.

 

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