Nota Ricardo De Lellis

El futuro de la industria argentina

Por Ricardo De Lellis | CPN y Lic. en Administración de Empresas – Miembro del Consejo Consultivo de LIDE Argentina

El gobierno se ha puesto como objetivo restablecer el orden macroeconómico, después de muchísimos años de desbordes e intentos fallidos para corregirlo, y ha hecho grandes progresos en los frentes fiscal, monetario y cambiario, en ese orden. Asimismo, y no menos importante, se ha embarcado en la difícil tarea de desburocratizar el Estado, no sólo para reducir el pesado costo que el mismo tiene para las arcas públicas sino también para contribuir al logro de una mayor eficiencia en el sector privado. También, y especialmente en la palabra del Presidente, se ha adentrado en librar una batalla cultural consistente tanto en explicar las virtudes de su política macroeconómica como en la denostación de la de gobiernos anteriores.

Los mercados le han dado una muy buena aceptación y continúan haciéndolo, así como una buena parte del electorado. Sin embargo, como otros analistas ya lo han mencionado, todas estas son condiciones necesarias pero no suficientes para garantizar la salida de la postración en que se encuentra nuestro país desde hace ya muchos años.

Falta aún el complemento de políticas públicas de mediano y largo plazo que permitan fijar una hoja de ruta que facilite al sector privado los procesos de toma de decisiones. Si bien estas políticas siempre fueron necesarias, hoy se imponen con mayor fuerza dado el contexto externo cada vez más complejo.

El escenario global plantea la vuelta al poder de Trump en Estados Unidos, con su promesa de imponer aranceles y llevar a ese país a una política cerrada y proteccionista en defensa de su industria, la contraposición de China muy volcada a los mercados externos, en especial la manufactura, con su economía dirigida y sostenida por el gobierno, y la debilidad de Europa con dificultades para sostenerse entre estos dos gigantes de la economía mundial. A esto debe sumarse los constantes avances de la tecnología con su impronta de “creación destructiva” que arrastra tanto a unidades económicas como a empleos, proceso propio de la primera etapa de la revolución industrial, lo que genera inseguridad y ansiedad en la población y volatilidad en los mercados.

En este contexto, los cuatro sectores que mayormente se identifican en nuestro país como los que comandarán el crecimiento – agricultura, energía, minería y economía del conocimiento- son los que, amén de sus propias dinámicas, bien se beneficiarían con esas políticas.

Pero es la industria quien está más necesitada de las políticas públicas, no solamente porque casi siempre carecemos de ellas, sino porque en el mencionado contexto de extrema competencia con el regreso del proteccionismo, deben sumarse los avances de la tecnología, que imponen cada vez más inversión tanto para lograr mayor eficiencia como para evitar quedar relegado. Si aún fuera poco, se suma la necesaria adaptación a los requerimientos del cambio climático para reducir la huella de carbono. Todo un clima disruptivo.

Además de los sectores señalados como los drivers del crecimiento futuro, la industria también contribuye a ese desarrollo y hasta lo hace más sustentable en la medida que provee empleos en cantidad y de mayor calidad, abarcando así mismo a un entramado mayor que incluye empresas de todo tamaño.

Nuestra industria representa, a pesar de todo lo ya mencionado, un porcentaje relativamente importante de nuestro PBI. Y esto, a pesar del plano inclinado que siempre tuvo derivado de las erradas políticas macroeconómicas, la excesiva burocracia estatal, impuestos absurdos, quioscos a alimentar, falta de financiamiento, ausencia de personal calificado, y la lista sigue…. En contraposición se podría decir que se benefició de un excesivo proteccionismo, que a la larga también ha jugado en contra, al menos para el conjunto de la industria.  

Los desafíos, entonces, son enormes. De allí la necesidad de un plan integral que no solo ayude a las empresas del sector a bajar costos, aggiornarse a la nueva economía siendo competitiva y a la vez, ofrecer mejores posibilidades de empleo.

El presente ofrece una inmejorable oportunidad luego de que los votantes se hayan expresado un año atrás. Los sectores mencionados sin duda ayudarán a ir aliviando la restricción externa de la falta de divisas y el orden macroeconómico como condición imprescindible; lo que falta es un acuerdo político sobre las ya mentadas reformas estructurales y una hoja de ruta más visible para la industria.

Cuando Yuval Harari menciona que no puede predecir lo que sucederá en 20 años, seguramente está en lo cierto. Lo que se me ocurre aventurar es que en la puja del futuro, estará sin duda la industria. Cuanto antes lo internalicemos y llevemos a la práctica, mucho mejor.

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