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Cuál es el viñedo más alto de la Argentina y por qué conocer la bodega y su hotel es una experiencia excepcional

El Arenal es una finca de 750 hectáreas a 2.600 msnm en las afueras de Payogasta, una tierra arenosa con grava y piedra de la que nadie supuso que se podría extraer agua y, mucho menos, plantar 45 hectáreas de vid. Excepto un hombre.


- 12 de Abril 2024

El Arenal es una finca de 750 hectáreas a 2.600 msnm en las afueras de Payogasta, una tierra arenosa con grava y piedra de la que nadie supuso que se podría extraer agua y, mucho menos, plantar 45 hectáreas de vid. Excepto un hombre. Por eso, cuando la perforadora alcanzó los 50 metros de profundidad sin llegar a humedad alguna y las máquinas se detuvieron, Donald Hess se concentró en el movimiento de su péndulo plateado. Detrás y a los costados, la cordillera de los Andes, los picos blancos. “Don Hess, acá no hay agua. Paremos acá”. Pero el péndulo del rabdomante seguía girando y él tampoco quiso detenerse. Continuaron cavando y el agua apareció a los 85 metros.

 

Así fue como El Arenal se convirtió en el primero de los cuatro terroirs donde producirían materia prima para elaborar vinos de altura. El viñedo más alto de la bodega Colomé alcanza los 3.111 msnm y es uno de los más elevados del mundo, recientemente superado –por muy poco– por otro, ubicado en el Tíbet, China. Se llama, justamente, Altura Máxima. Los otros dos son La Brava (1.750 msnm), cerca de Cafayate –donde se encuentra la bodega Amalaya–, y Colomé (2.300 msnm), la piedra fundamental de esta historia que lleva más de 20 años.

 

UN SUIZO EN LOS VALLES CALCHAQUÍES

 

El proyecto comenzó en 2001. Donald y Úrsula Hess no sólo buscaban tierras para plantar vid, querían que aquel sitio fuera especial, igual al vino que imaginaban elaborar. Después de plantar bandera en la finca El Arenal, llegó la hora de Colomé, a 40 km de la localidad de Molinos. Ahí estaba la bodega más antigua de la Argentina, fundada en 1831: una construcción color ocre, antiquísima y con techo de paja que hoy precede la entrada del hotel boutique.

 

En aquel entonces no había electricidad ni camino y llegar era difícil. Comenzó un largo proceso. Actualmente, la localidad de Colomé cuenta con energía eléctrica y escuela, pero lo más importante fue que, al consolidarse como nueva propuesta turística, amplió el mapa de los Valles Calchaquíes. El éxito tiene tres ejes fundamentales: el hotel, la bodega y el Museo James Turrell de la Hess Art Collection, hoy a cargo de Larisa y Christoph Ehrbar, hija y yerno de Donald Hess.

 

EL HOTEL

 

Tan personal como sus dueños, este hotel cuenta con nueve habitaciones –la más amplia, de 55 m2 –, de estilo colonial, muros anchos y techos altísimos que, además de respetar el carácter autóctono de la zona, emulan el minimalismo de la casa que Donald y Úrsula Hess habitaban en Berna, Suiza. Hay algo bellísimo a la vista de los huéspedes y que, sin embargo, se percibe de modo delicado, suave: el diseño de la iluminación. A medida que cae la luz del sol y el lugar oscurece, se encienden cálidas luces en toda la propiedad. No hay un solo rincón que tenga luz dura o estridente.

 

La tonalidad es ámbar y da un clima íntimo que invita a la lectura, a la serenidad después de un día de ocio y paseos. La biblioteca, en su mayoría con libros de arte, tiene elegantes lámparas de pie que caen sobre los sillones de modo envolvente. En los recorridos por los espacios comunes se pueden ver vasijas y obras de arte originales de Molina Campos o Ana Fuchs, donde la luz puntual exalta contornos y colores.

 

EN LA BODEGA Y EN LA COCINA

 

De los vinos y la gastronomía es bueno esperar porque cumplen con la expectativa. Desde 2005, el francés Thibaut Delmotte es el enólogo de la bodega. En época de cosecha, camina a diario por la viña, prueba uvas, piensa, observa el color, habla con el ingeniero agrónomo. Una singularidad de la bodega, consecuencia de este enólogo de tradición francesa, pero audaz a la hora de tomar nuevos caminos, es haber conseguido un torrontés menos floral, con personalidad muy propia.

 

Además, y sobre todo, la gran apuesta que implica el viñedo de Altura Máxima. Allí donde las uvas soportan heladas y se endurecen ante los rayos de sol que pegan de modo implacable se consigue la mejor expresión de los Malbec, Pinot Noir, Sauvignon Blanc. Vinos selectos y preservados durante todo el proceso de elaboración que llegan a la copa con un carácter superlativo. En la cocina, las salteñas Patricia Chocobar (Pachi) y Celia Guantay –que fueron parte del equipo del primer chef del lugar, Gonzalo Doxandabarat– trabajan con supervisión de Patricia Courtois, ganadora del gran Prix de Baron B. Utilizan productos de la huerta y la granja que están en el predio.

 

Cuando hay buen clima, las pocas mesas se distribuyen en la terraza y allí es servido el menú de tres pasos. Compresión de cordero, soufflé de queso con fondo de tomates naturales, malfatti en salsa marinados con Malbec Natural. De postre, helado de cedrón elaborado con leche del tambo propio, acompañado por una compota especiada de peras con torrontés.

 

La piscina está a metros de las plantaciones de vid con vista a los picos nevados. Se puede descansar en las reposeras que están en el deck o en las que cada habitación tiene en su terraza privada. Hay paseos para cabalgar o hacer trekking, y una cancha de bochas para jugar un partido mientras se degusta un rico espumante. No hay televisión ni señal de celular, e internet sólo alcanza para Whatsapp. Se admiten niños únicamente mayores de 12 años.

 

EL MUSEO

 

Justo al lado de la bodega, en una construcción que abarca 1.700 m2 , está el espacio de James Turrell. Hay dos museos en el mundo dedicados exclusivamente al artista; el otro queda en Niigata, Japón. En 2021 se inauguró en José Ignacio, Uruguay, uno de los tantos skyspaces –espacios celestes–, un tipo de obra que ya es marca registrada de Turrell. En Colomé se puede apreciar en la última parte del recorrido del museo. La primera vez que Donald Hess vio una obra de Turrell fue en 1974, en una exposición de artistas contemporáneos realizada en Zúrich, Suiza. Un cubo que se mostraba real en su materialidad –”esto está acá”–, pero que había terminado siendo una ilusión óptica. La obra era del 67: Turrell la había hecho a los 21 años de edad.

 

A lo largo del tiempo, y después de aquella experiencia, Hess adquirió nueve obras del autor que, en verdad, eran proyectos de ingeniería para desarrollar en espacios con determinadas dimensiones y precisiones matemáticas. Artista californiano y multidisciplinario, este mago de la luz conoce como ninguno los estados que pueden generar su abundancia, ausencia y contemplación.

 

Cuando Hess llegó a Colomé, al principio pensaba en instalar un museo de arte clásico, donde exhibiera parte de su obra. Pero pronto comprendió que no había mejor lugar para las instalaciones de Turrell. Lo llamó, le dijo que quería hacer un museo dedicado a él –la edificación llevaría cuatro años y medio– en aquella tierra remota de difícil acceso. Hubo silencio del otro lado del teléfono, y luego aceptación.

 

El artista había reflexionado: si durante su vida le había costado tanto hacer su obra, “era justo que a la gente le cueste llegar hasta ahí”, dijo. “Lo que parece que está no está. Lo que parece no estar está”, es la frase que se escucha al visitar el museo con la guía. En las diferentes salas, la idea de abismo e infinitud empieza a flotar precipitada por distintos juegos ópticos. Hay salas monocromas, rojas, azules, verdes.

 

Sólo se puede visitar de noche porque se enciende con la última luz del día. Por esta razón, acceden a ella únicamente los huéspedes del hotel. Las personas se recuestan en el suelo, debajo de un techo que tiene una parte abierta al cielo del valle. A la media hora, la parte de techo desaparece y lo que se ve son figuras geométricas entre estrellas fulgurantes. Tal vez, por una milésima de segundo se comprenda la idea de infinito. Al regresar del museo se puede degustar una copa de vino en la terraza del hotel, bajo el mismo cielo que se contempló hace unos minutos, y dejar que las percepciones vividas mariden con el vino.

 

Fuente: lanacion.com.ar

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